Las ciencias ocultas siempre han permanecido encriptadas en el arte, escondidas tras el simbolismo religioso en la mayor parte de la historia del arte occidental. Pero están ahí, y sólo hace falta un cicerone que nos la muerte. Gracias a la última exposición en el Museo Thyssen, transitamos esos caminos inexplorados del ocultismo. También volvemos a la infancia y al entrenamiento que la gimnasta Nadia Comaneci superó antes de llegar al podio que le dio la fama mundial, de la mano del título publicado por el historiador Stejarel Olaru.